Algo puede ser bonito pero al mismo tiempo doloroso
Crecer siendo adoptada siempre fue un tema de conversación el primer día de clase del colegio. Me sentía orgullosa de ser hija adoptiva y de tener todo el amor de mis padres. Todo lo que sabía de la adopción era felicidad y orgullo, pero cuando quedé embarazada siendo adolescente, eso se comenzó a diluir.
Me inclinaba por la adopción cuando de manera inesperada quedé embarazada, porque parecía la opción más obvia en mi caso. Pero en ese momento, no podía tomar esa decisión. Así que terminé criando a un bebé con mucha pobreza mental, por 6 meses. Yo era una niña tratando de ser joven y libre con un bebé y eso así, no funciona. Rápidamente me di cuenta que la vida no era lo que quería para mi hijo y afortunadamente mis padres se ofrecieron a adoptarlo. Para hacer corta la historia, unos años más tarde, buscando mi valor en los hombres, me encontré en la misma situación de antes. Estaba embarazada, soltera y hecha un desastre. Aunque estaba en un mejor momento a los 21 que a los 18, seguía siendo inestable financiera y mentalmente así que decidí que quería hacer un plan de adopción. Para eso fui a una agencia local y comencé mi segundo viaje de adopción.
FASE 1: Negación
Durante mi embarazo estaba tan concentrada en que mi hijo tuviera una vida fantástica, que yo no importaba. Viví en una habitación de la agencia donde había muchas otras mujeres en este mismo proceso. Vi muchas emociones, hormonas y vida real. Durante la estadía en el dormitorio teníamos sesiones semanales de consejería llamadas “decisiones amorosas”. Las odiaba por decir lo menos. Pasábamos por el duelo y nos dijeron que en algún momento todo esto nos dolería mucho pero yo no quería oírlo.
Soy el producto de una adopción y por mi vida sé que es una buena opción. Me negaba a creer que estaría triste, arrepentida o herida en forma alguna. Ese fue el comienzo de la negación. Unos meses después estaba en trabajo de parto, y aunque acompañada, no sabía el tsunami que me esperada.
Después del nacimiento llamé a la familia que había escogido para mi hija. Estaban emocionados y yo también por ellos. Sin embargo, sabía que el tiempo con la bebé era limitado. Nunca tendré ese tiempo de vuelta. Lloré mucho y fueron momentos muy difíciles en los que caía agotada. Un día le mandé un mensaje a otra de las mujeres del dormitorio preguntándole “¿como lo había hecho?” ella me recordó la fortaleza del amor de madre y dijo que aunque doloroso, hay que seguir adelante si es lo que quería para el bebé.
Cuando salí del hospital, lloré una semana completa y estuve aislada en mi habitación. Solo salía una vez al día para ver a mi hija. Cuando la semana terminó, había firmado los papeles de adopción y decidí entregarla el viernes después de su nacimiento. El día de la entrega estaba muy triste y al tiempo feliz por la familia que había creado. Después de eso, no volví a llorar, solo bloqueé mis sentimientos en una caja y caminé lejos de ellos.
FASE 2: Rabia
En los años siguientes, fui un desastre. Había vuelto a lo de antes y seguía viendo mi valor en otros. Tenía poca estabilidad y rebotaba de relación en relación. Lo único positivo fue que al año siguiente recibí los reportes de mi adopción y comencé a buscar a mi familia biológica. El número de teléfono que aparecía en los registros seguía siendo el de mis abuelos así que pude contactarlos y visitarlos. Desde que llegué, vi a personas físicamente parecidas a mi, algunos rasgos de mi personalidad y grandes corazones. Todos estaban muy felices de verme, así que me empapé del corazón y tiempo que me dieron mis tíos, abuelos, primos, hermanas y hasta mi bisabuela. Hasta ahora sigo siendo muy cercana a ellos.
Mi madre biológica y yo tenemos una extraña relación. Ella luchó con muchas cosas, y sus elecciones la llevaron a una vida de adicción y sufrimiento. Pasé mucho tiempo cuestionando porque no hizo nada después de darme en adopción pero poco descubrí y me sentía molesta, brava conmigo. Existía no vivía.
FASE 3: Y sí … /Regateando
Vivir ocupada es un gran armazón, es una buena forma de paralizarse. Lo que hacemos es que nos ocupamos tanto y estamos tan fuera de nuestra propia vida que la verdad sobre lo que sentimos y necesitamos, no nos alcanza.
Así que me mantuve ocupada, moví todo y me hice nómada como el viento. Había días emotivos pero especialmente evitaba hablar de mis historias de adopción.
Me asustaba hablar de mi adopción con otros porque la expectativa del mundo es que la mujer crie y cuide a sus hijos, pero eso no siempre es sencillo. Además, comencé a preguntarme, cómo habría podido ser mejor, cómo podría dejar de ser egoísta, cómo habría podido trabajar para proveer a mis hijos.
La verdad es que a esa mujer joven que había vivido el trauma, le faltaba valor mientras siguiera con todo ese dolor adentro, y además, como ya lo mencioné, era egoísta y eso no define a una mamá. Aunque el dolor por el que se pasa para dar una vida diferente a la que podía ofrecerle, demuestra un sacrificio de corazón que es completamente desinteresado.
Finalmente, tengo más de 30, un grado universitario, un trabajo estable y soy capaz de ser madre. A pesar de eso, no tengo forma de asumir a un bebé con estabilidad, así que me pregunto, cómo podría resolverlo ? La comparación es ladrona y mentirosa.
FASE 4: Depresión
Después de dar a mi hija en adopción la vida estaba llena de nubes y me puse una curita para seguir adelante. No estaba lista para sentir todo ese dolor que implicaba procesar los sentimientos. Había momentos en lo que la depresión me gritaba rogando que me quebrara y así poder vivir el proceso de esos sentimientos. Solo que no estaba lista para enfrentar ese dolor y encontré formas de paralizarme. Había momentos en los que estaba mas vulnerable y podía compartir mi historia con gente que yo creía que merecía conocer mi parte y enfrenté juicios.
Por ejemplo, salí con una persona que me decía “para de llamarlos tus hijos. Nos son tuyos.”, y en la universidad tuve una discusión con otra mujer porque decían que fui egoísta y sin importar cuantas veces discutía y lloraba por sus odiosas palabras, nunca se retractó. Mis amigos no me respaldaron en ese momento, ellos simplemente trataron de cambiar el tema de conversación y así poder divertirse. La depresión y el dolor eran parte de mi historia desde el principio pero cuando los ignoré, me abrumé con el duelo y tuve que enfrentarlo.
FASE 5: Aceptación
En el momento que entendí que no estaba bien como me lo repetía a mi misma, fue después de una visita a mi hija. Me subí al carro y lloré mis ojos. Terminé conduciendo hasta la agencia que me ayudó con su adopción y pedí ayuda. Sabía que debía trabajar en muchas cosas y ese era el comienzo. He tenido malas experiencias con la terapia así que no me interesaba para nada comenzar otra. Era escéptica y directa pero después de algunas horas con la terapeuta me di cuenta que estaba en total control de lo que me pasaba y comencé a derribar mis muros. La terapia no es una solución instantánea, de hecho la terapia me mostró muchos temas que estaba escondiendo y en los que tenía que trabajar.
Diariamente revisaba como me sentía. La mayoría de los días no sentía tanto dolor y eso significaba que ya había superado esa etapa inicial de profundo duelo. Ahora, hay momentos y eventos que me disparan el dolor, pero vienen y van. Por ejemplo, comprar un regalo de bebé me hace pensar en mi deseo de ser madre y tener una familia, y también en lo que perdí y nunca tendré. La ola de emociones es aun mas fuerte cuando en el ginecólogo veo a las parejas felices con sus embarazos, es difícil no envidiarlos pero conozco mi dolor, y sé que lo mejor es moverme hacia adelante. El mayor disparador es el día de la madre. Me gustaría ser reconocida como la madre que soy, pero es complicado y aunque siento un dolor muy profundo, sé que estoy sanando.
Hago parte de una comunidad de madres biológicas con quienes puedo hablar de todas estas dificultades. Puedo celebrar la vida de mis hijos con ellas y como nadie más, entienden lo que he vivido porque han estado en mis zapatos. También me ayudo contando mi historia, hablo en eventos y cuento mi perspectiva a familias aspirantes, además de eso escribo y comencé una comunidad de padres biológicos con otra madre biológica. Así, encontré nuevas formas de seguir ayudando a madres biológicas e hijos adoptivos.
Aunque la mayor parte de este viaje ha sido emocionalmente agotadora, he aprendido mucho sobre mi y la fortaleza de mi amor de madre. No me arrepiento de nada, porque todo eso me ha hecho la fantástica madre biológica que soy.