Cuando era niña, vivía obsesionada con los muñecos bebés. Me encantaba cuidarlos, cambiar su ropa y pretender ser la mejor mamá del mundo. Para mi séptimo cumpleaños recibí una muñeca llamada Ashton. Tenía ojos azules, pelo café y arruguitas en sus pequeños dedos, era muy real. La muñeca iba conmigo a todas partes y la gente tenía que mirarla dos veces para asegurarse que no era un bebé real. Todavía la tengo y me recuerda mi inocencia cuando imaginaba mi futuro.
Lo único que quería era ser mamá, así que cuando quedé embarazada a los 17 años, me paralicé. Finalmente, tendría mi muñeca, mi bebé. Cuando la prueba de embarazo mostró el resultado positivo, cerré los ojos y me imaginé cargando a mi bebé, y podía ver su sonrisa, sentir su peso en mis brazos y oler su aroma a bebé con mi nariz.
Todo eso fue antes de estrellarme con la realidad que me esperaba. Tenía 17 años, no tenía trabajo, ni educación, ni dinero para hacerme responsable de una vida nueva. Después de varios meses de negación y de muchas lagrimas, decidí dar a mi hija en adopción.
Es lo más difícil que he vivido y sigo lidiando con sus efectos. Cada adopción es una historia diferente y muchas mujeres toman la decisión por las mismas razones que yo. Esta es mi historia, la versión cruda y real que me llevó a entender que la adopción era la decisión correcta.
1.- EDAD:
Se que hay muchos padres jóvenes competentes y capaces de criar. Hay muchos casos de familias que sacan lo mejor de sí para proveer para sus hijos. Yo habría podido decidirlo así, pero quiero contextualizar mi vida a los 17 años.
Mi novio y yo fuimos a vivir con mi hermana, mis padres se habían separado años atrás y cuando eso pasó, mi vida se desbarató en un abrir y cerrar de ojos. El impacto de la decisión de mis padres fue devastador para mi salud mental y sufrí muchos altibajos que debieron ser tratados con años de terapia.
Mi novio sufría sus propios demonios y juntos nos amábamos profundamente pero éramos inocentes, éramos unos jóvenes sabelotodo que no reparábamos en que los años y la madurez juegan un papel importante, y no veía la realidad que le esperaba a mi hija en mis circunstancias. Lo único que veía eran los momentos felices con los que había soñado y luché tanto como pude, pero con siete meses de embarazo me di cuenta de la realidad.
2.- HOGAR DE PAPÁ Y MAMÁ O DE DOS:
Desafortunadamente, el loco amor no siempre conquista todo. Mi novio sucumbió a sus demonios y cuando tenía 3 meses de embarazo, desapareció. Ahora no solo era una adolescente sino que además sería madre sola. Yo quería para mi hija una vida como la que tuve antes de que mis papás se divorciaran. Yo quería ser la mamá que le hace de comer a sus hijos cuando tienen hambre y que le da un beso en la rodilla antes de ponerle la curita en el raspón casi invisible; yo quería ser la mamá que siempre está y que nunca desilusiona. Quería también un papá que le enseñara las reglas de los deportes, que llorara al ver la belleza de su hija en vestido de fiesta y que amenazara a cualquier mocoso que quisiera salir con ella. Era difícil admitir que tenía 17 años, que no sería esa mamá y que obviamente tampoco habría un papá. Pero yo quería que mi hija lo tuviera todo.
Con el tiempo, comencé a considerar la adopción como una opción real. En la agencia me mostraron a muchas familias que soñaban con dar la seguridad y estabilidad que yo no tenía. Comencé a comprender que mi hija merecía tener a dos adultos con la suficiente experiencia de vida que les permitiera acompañarla en los obstáculos que se le presentaran.
3.- FALTA DE EDUCACION Y TRABAJO:
Incluso antes de saber que estaba embarazada, ya había dejado de estudiar. Mi estado de salud después del divorcio de mis padres se llevó cualquier motivación de sacar adelante mis estudios. Mi historia de vida incluía ser vendedora en un almacén de ropa y cuidar a mi hermana menor contra mi voluntad, y gratis. No tenía licencia de conducir y a pesar de mi habilidad para creer que siempre tenía la razón, comprendía que criar a un hijo requería dinero. Sea bebé, infante o joven, en todas las etapas de la vida, los hijos requieren muchas cosas.
Solo una pasada por la tienda para ver cuanto costaba la formula y los pañales era una cachetada, porque definitivamente no había forma de que yo pudiera encontrar un trabajo y tener el dinero suficiente para alistar la llegada del bebé que cada día estaba más cerca.
Silla de carro, coche, pañales, cuna, ropa. Nunca tuve la posibilidad de siquiera pensar en eso o cuánto costaría la atención de un parto en el hospital. Cada noche, todo eso daba vueltas en mi cabeza buscando ingeniar un plan para conseguirlo. Había terminado 10º grado y no quería que mi hija tuviera que sufrir por comida o vestido, o por no tener un padre que la amara y le diera atención.
Soy consiente que crecí con privilegios. Nunca me faltó nada y fue mi decisión tener a mi bebé, quería que mi hija creciera con oportunidades en cada aspecto de su vida, y sabía que la mejor opción para mi hija era darle papás que pudieran ser todo lo que yo no podía ser.
4.- EL SOPORTE DE LA FAMILIA:
Dicen que toma mucho criar a un hijo y no lo dudo. Además, no conozco a nadie en mi vida que me pudiera ayudar de la forma que necesitaba para ser una mamá exitosa. Después de muchos años de terapia, miro hacia atrás y entiendo que mis padres hicieron su mejor esfuerzo y tomaron las mejores decisiones por mi, tal y como yo lo estaba tratando de hacer por mi hija.
De otra parte, la responsabilidad de criar al hijo de tu hijo no es una decisión que todos puedan o quieran tomar. Mi familia trataba de hacer lo mejor para que mi hija y yo tuviéramos una buena vida, pero fue muy doloroso sentir que nadie de mi familia me ayudaría, fue devastador. Me sentí más sola y abandonada de lo que podría imaginar sentir. También estaba furiosa y llevaba esa rabia conmigo todo el tiempo.
Algunas veces, incluso ahora en mi proceso de duelo, siento esa rabia otra vez. Afortunadamente he aprendido que esos sentimientos son temporales y que puedo ver más allá para entender porque las cosas fueron así. No tenía nada para darle a mi hija salvo amor y entendía que la única forma en la que podía mostrarle mi amor era admitiendo que la mejor vida posible era una en la que yo no estaría.
5.- YO QUERÍA MÁS
La razón más poderosa para dar a mi bebé en adopción era que yo quería más para ella. Yo quería que su vida floreciera, darle el mundo y finalmente comprendí que no importaba mi edad, si tenía un compañero, trabajo, educación o el apoyo de mi familia, yo no podía dárselo. Le podía dar mi mundo pero no el mundo que quería para ella.
Tuve que poner mi sueño de tener una muñeca a mi lado y darle la oportunidad de prosperar. Honestamente había algo más, algo que solo comprendí ahora, y es que siempre soñé con ser madre, tener una carrera, casa y mucho amor. Suena egoísta decirlo, en especial cuando típicamente las mamás se sacrifican mucho por sus hijos, pero escoger la maternidad sin estar lista no solo significaba quitarle a mi hija el chance de brillar, también a mi.
Tomar la decisión de darla en adopción fue muy doloroso y claro que había momentos en que me preguntaba y si … pero sé, en mi corazón, que al tomar esa decisión le daba a mi hija una vida que nunca podría tener a mi lado y yo también debía vivir mi propia vida. La adopción no es debilidad de corazón. Está llena de complicaciones, de dudas, es un viaje que dura toda la vida. No hay manual para manejarla. No siempre es bonita y lo que se ve en televisión y se lee no es la realidad. Para mi fue la mejor decisión que pude tomar en ese momento, por mi y por mi hija. De niña, nunca imagine entregar a mi hija en brazos de otra familia e irme pero tuve muchas razones para hacerlo.
Lo hice porque la amo, lo hice para que algún día pueda contar su historia sintiéndose orgullosa. Cuando pienso en mi siendo niña, soñaba con ser la mejor mamá. Creo que la mejor versión posible de mamá fue el día que di a mi bebé en adopción.