Un enorme gracias, para las familias de origen

“Yo no lamento haber dado a mi hijo en adopción” dice Mariah MacCarthy en un artículo traído por SheKnows el 21 de febrero de 2020 que llamó de inmediato mi atención. Debo decir que desde sus primeras líneas me encantó porque se refiere a darnos la oportunidad de superar momentos que nos abaten, y en este caso, me gusta más pues lo cuenta una mujer valiente y amorosa que permitió a su hijo vivir y darle un hogar, aunque no fuera a su lado.

Lo que Mariah relata en su escrito es que cuando quedó embarazada no estaba en capacidad de tener un bebé, estaba pagando prestamos escolares y tarjetas de crédito, vivía con amigos, y para ella, definitivamente no era el momento adecuado para tener y criar a un hijo. Así que, siendo una mujer provida, su primera y única decisión fue, darlo en adopción.

Ella cuenta que encontró a la pareja homosexual de sus sueños, quienes viven cerca a su casa y le han permitido hacer parte de la vida de su hijo biológico – vale señalar que este caso ocurre en los Estados Unidos donde la adopción es abierta y la familia adoptiva puede conocer y relacionarse con la familia de origen-, lo que no sucede en países con adopción cerrada como Colombia.

Según Mariah todo lo que pasó desde su decisión fue el mejor escenario posible y se alegra de que las cosas hayan funcionado de ese modo. Dice que a veces duda haber tomado la decisión correcta, pero concluye que lo fue. Sin duda despedirse de su hijo fue muy difícil, y al salir del hospital sin él, colapsó. Pero, confió en continuar el proceso de la adopción pues era más fuerte su decisión de no criar un hijo en esos momentos, que la de entregarlo a una familia del corazón.

Lo más interesante del artículo es que Mariah se pregunta, “Por qué me siento tan culpable de admitirlo?” Se responde, renunciar a mi hijo ha sido una de las mejores decisiones de mi vida y aunque a veces me siento egoísta y mala por admitirlo. Se que mi decisión fue la mejor posible para mi hijo, y eso es lo que me permite sentir que también fue la mejor decisión para mí.

Por lo que he podido estudiar al respecto, las familias de origen que deciden dar en adopción viven un dolor que parece no superarse, se siente culpa y se sufre con la decisión. No dudo que los guardan en sus cabezas y corazones, que posiblemente los sueñan y los imaginan. Debe ser una decisión difícil, mejor, muy difícil y dolorosa.

Ahora, cuando pienso en quienes dieron a luz a mis hijos, se mezclan sentimientos de admiración, amor y al tiempo nostalgia, pero sin duda lo que más siento es un enorme agradecimiento pues sino fuera por ellas yo no sería mamá. Y ser mamá es el regalo más grande que me ha dado la vida.

Mi invitación de hoy es a reivindicar a quienes nos han dado la oportunidad de ser mamás, papás, abuelos, tíos, primos o amigos por adopción. Esas mujeres y a veces hombres, valientes y amorosos que decidieron dar la vida a nuestros hijos, nietos, sobrinos, primos y amigos.

Y desde el corazón espero que encuentren tranquilidad en sus corazones, perdón en sus vidas y la felicidad y paz que se merecen. Por nuestra parte: un enorme gracias.

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